Tempestad
Detrás del vidrio se entroniza el gris,
en una superposición de formas de cemento,
de humedad que chorrea y se hincha,
de grietas que enmudecen y agudizan.
El verde más verde se mueve y se moja,
siente el frío temblor de las hojas
y narra
entre las ramas
impulsos de manos, pechos blandos, encrucijadas.
En volátil sedición, destiñéndose
las nubes se evaporan desiguales,
ultrajadas, proteicas, desmembradas
—más profundas son las líneas
cuando están desdibujadas—
y suman manchas más grises,
más lilas, más blancas
para enterrarse en el cielo.
La calma sin combate se adueñó del tiempo,
presumo un suicidio de pájaros y ecos.
——————————————————————————————————————————————————–
El rastro
Me quedé
en esa llamada —etapa de la niña
il ritornello,
mirando el árbol
subiéndolo
reptándolo
uniéndolo al tiempo.
En el instante último encontré
el bucle infinito de los recuerdos
como un gusano que una y otra vez
pisa el rastro de sí mismo.
Así, toda la tarde
después de que te fuiste.
———————————————————————————————————————————————————————————————————————————————————————————————————————–
Casi un sueño
Invitarte a escribir acá conmigo
en una hoja grande que ocupe
toda la mesa
con lapiceras que tengan tinta interminable
y una música roscada
de mar y bosque con viento.
Vos prepararías el mate
todo el rito en mi cocina que se inunda
del sol de la mañana:
yerba-agitar-sacar el polvo
la pava esconde burbujas
primer chorro
y la sonrisa del sabor
a la temperatura justa.
Ya no tendrías ese dolor en la rodilla
se habrían recuperado
todos tus cartílagos
te sentarías en el sillón y metódicamente
escribirías en tu cuidada letra de imprenta.
Parece imposible
una quimera.
Los años malos se ven por una lente
las cosas quedan lejos pero se agrandan
y pesan.
Una bolita emplomada se pierde
en la corteza del cerebro, navega
se ahoga y reaparece más allá
más acá, quién sabe, ¿no, papá?
Invitarte a escribir acá conmigo,
yo me siento otra vez como una nena y vos
tomás mi mano.